Relaciones sociales «tóxicas»

En muchas redes veo que se habla de relaciones «tóxicas». Desde luego nos referimos a relaciones sociales, es decir a relaciones con personas de carne y hueso que sentimos nos desgastan, nos irritan, nos alteran. En suma: nos hacen sentir mal. Hasta se habla de «personas tóxicas». La pregunta sería entonces, saber cómo cambiar relaciones sociales tóxicas, indeseadas o problemáticas, cuando se las percibe de esa forma.

Tal como se presenta en el primer párrafo, pareciera que poco se puede hacer, ya que «cada uno es como es». Cuando alguien dice de otra persona que «me hace esto o aquello», concretamente p.ej. «me altera», «me contradice», «me cansa», o «no me considera», «no me oye», y tantas otras cosas que hemos oído en innumerables ocasiones, pareciera que todas las características indeseables se encuentran en esa otra persona. Por ende, la «culpa» de que uno no se siente bien, a gusto o tranquilo es de la otra persona. Y como la otra persona es como es . . . la única alternativa parecería ser el alejamiento.

Pero sabemos que esto no siempre es posible o bien no resulta ser tan fácil como se dice.

Por ejemplo, si estoy en el mismo trabajo (en la misma empresa) con esa otra persona y no puedo dejar el trabajo así, sin más, con tal de no verla nunca más. Y ni hablar, si esa persona justamente es . . . un compañero de la misma sección, un director de otra área muy cercana a la propia, un jefe o el empleado más eficiente . . .

Entonces . . . ¿Cómo es? ¿Hay otras alternativas?

Dejando de lado casos extremos, por suerte podemos decir que efectivamente hay otras alternativas. Una de ellas se basa en un supuesto del Modelo del Panorama Social, que se denominó con el simpático nombre de «Supuesto frívolo», y se refiere a lo que se llama el «efecto mágico del cambio unilateral» (de una relación social). Recuerda, de alguna manera, a aquel postulado de sabiduría antigua que sostiene «cambia tú, y cambia el mundo». Solo que ahora, y a través del modelo mencionado, podemos comprenderlo desde las ciencias cognitivas, la psicología y la PNL, tres campos de conocimiento y experiencia que aportaron mucho para el bienestar mental y anímico.

Bien, volviendo al supuesto mencionado, citaré aquí un párrafo más que interesante para explicar lo que significa:

Si entierro unilateralmente el hacha de guerra y creo sentimientos positivos congruentes acerca del otro, entonces el otro recoge inconscientemente mis señales no verbales sutiles. Irradio mi nueva actitud a través de mis características relajadas, una mirada sostenida, mis gestos flexibles, mi andar relajado lleno de propósito, mi respiración más lenta y una resonancia más profunda en mi voz. Es muy probable que el otro reaccione frente a mi.

Dr. Lucas Derks, Paisajes Sociales, Familiares y Espirituales, Cap. 4, p.141, Ed. Didot.
Puedes obtenerlo aquí

Vale, pero . . . ¿Cómo se hace?

Sí, sí, desde luego . . . se oye con frecuencia eso de «se dice fácil pero . . . «. Por suerte no hay tanto pero. Con las técnicas que nos ofrece el Modelo del Panorama Social se pueden cambiar los sentimientos hacia otras personas de manera rápida, eficaz y duradera en el tiempo. Una manera sería a través de la guía de un coach o un psicólogo que conozca y tenga experiencia en la aplicación de estas técnicas.

También ayuda mucho darse cuenta que el problema no es el otra persona, sino lo que hago de esa otra persona (en dónde la coloqué en el espacio de mi mente, qué características le di a esa imagen que me formé acerca de la otra persona, etc.). Darse cuenta (tomar consciencia) de ello es la cuestión. Es central.

Con ello, habremos cambiado nuestra mirada hacia el mundo (social) que nos rodea -los otros-, percibiéndolo de otra manera. Al cambiar nuestra mirada, nuestra forma de percibir a los otros, habremos hecho un cambio en nosotros mismos. Eso sería precisamente el «cambia tú» del que se habló más arriba. Pero paradójicamente habremos conseguido que el mundo cambie para nosotros, por la nueva forma en que lo vemos («y cambia el mundo») . . . más allá de que el mundo sea como sea . . .

 

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